Destino manifiesto
Conflictos limítrofes
Por Donald S. Frazier
Durante la rápida expansión de Estados Unidos en el siglo xix, la definición de una frontera precisa en el oeste y en el sur del país agitó a la nación y a sus vecinos por igual. La frontera oeste original del río Mississippi, establecida en 1783 al concluir la Revolución Estadounidense, se mantuvo durante veinte años. En 1803, la Adquisición de Louisiana volvió a poner en tela de juicio el asunto de los límites de Estados Unidos al duplicar el tamaño de los dominios federales y describir los límites de una forma muy vaga. Basado en las reivindicaciones originales de los franceses, Estados Unidos, bajo el liderazgo de Thomas Jefferson, intentó insistir en reclamar parte de Texas, pero fue inútil. Un compromiso con funcionarios españoles creó un territorio neutral entre los dos dominios. Aun así, regularmente se producían incursiones ilegales por la frontera, comenzando con la expedición de Lewis y Clark al Pacífico de 1803 a 1806, que reivindicó la tenencia conjunta con Gran Bretaña de la región del río Columbia (esto pese a una reivindicación previa por parte de España). En 1810, Estados Unidos anexó el oeste de Florida que le pertenecía a España después de que colonos estadounidenses del lugar organizaran una insurrección y declararan la independencia de España. La invasión de Florida por parte de Andrew Jackson (1817-1818) y varias expediciones de intervención en Texas exacerbaron la cuestión limítrofe. Finalmente en 1819, la ratificación del Tratado Transcontinental Adams-Onís definió las fronteras entre los territorios españoles y estadounidenses y puso fin a una década y media de situaciones beligerantes.
Tras alcanzar la independencia en 1821, la herencia de México incluyó este legado de conflictos limítrofes. Cuando los inmigrantes estadounidenses comenzaron a establecerse en Texas en la década de 1820, el gobierno de la Ciudad de México rápidamente comprendió la amenaza potencial que se cernía sobre su frontera norte y este, debido a la posibilidad de que estos nuevos ciudadanos fueran en realidad agentes clandestinos de la expansión estadounidense. Andrew Jackson, que tenía un deseo de expansión bien arraigado, contribuyó a esta imagen de engrandecimiento territorial estadounidense intentando insistentemente comprar Texas a México. Como no lo había logrado, muchos observadores sospechaban que, inspirado en lo que había ocurrido con el oeste de Florida, enviaba agentes como su amigo Sam Houston a la región para generar agitación en torno a la independencia de Texas. Hacia 1836, la independencia texana había cambiado los límites de Estados Unidos y México.
La existencia de diez años de este estado soberano complicó aún más el conflicto limítrofe. México nunca reconoció la independencia de Texas y por lo tanto defendía que los límites de 1819 quedaban intactos. Sin embargo, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia aceptaron la afirmación de Texas como estado independiente. El problema seguía siendo el límite preciso del oeste y el sur de la nación. En 1836, Texas insistió en que la frontera sur era el río Bravo y que la del oeste era el nacimiento del río, pese a la falta de antecedentes históricos. Esto puso en discusión la región situada más allá del río Nueces, o el Seno Mexicano, que durante mucho tiempo había sido parte del estado de Tamaulipas, así como la mayor parte de Nuevo México. En los años siguientes, la legislatura de Texas reivindicó como propio aún más territorio mexicano y finalmente llegó a reclamar las Californias. Desde 1841, Texas intentó reclamar para sí el este de Nuevo México por medios militares, pero no tuvo éxito.
La diplomacia intervendría para poner fin al conflicto o eso parecía. El armisticio entre Texas y México de 1844 sugirió el reconocimiento de la independencia de Texas, pero los límites siguieron siendo un problema. Mientras tanto, los agentes del estado de la Estrella Solitaria trabajaban por la anexión a Estados Unidos, un objetivo que la mayoría de los texanos perseguía. Sin embargo, sus esfuerzos se vieron retrasados por la vaguedad de los límites de Texas, conforme el problema aumentaba los temores de los abolicionistas de que la esclavitud se extendiera a todo el continente.
En 1845, Estados Unidos había superado sus propias renuencias con respecto a la expansión de la esclavitud e intervino en la cuestión de los límites nacionales una vez más anexando Texas a través de una resolución conjunta del Congreso. Ese mismo año, resolvió el conflicto con Gran Bretaña con respecto al territorio de Oregon. Cuando el ejército del general Zachary Taylor se trasladó desde el territorio estadounidense hasta Corpus Christi, Texas, todos los observadores comprendieron que el problema limítrofe entre Estados Unidos y México se resolvería a punta de bayoneta. De hecho, al finalizar la guerra entre Estados Unidos y México, no sólo habían conseguido Texas, sino que también se habían procurado una amplia franja de territorio que comprendía Alta California, Nuevo México y grandes porciones de los estados mexicanos de Chihuahua y Sonora en una gran extensión conocida simplemente como la Cesión mexicana. Pese a haber adquirido una enorme cantidad de territorio, muchos estadounidenses abogaban por la anexión de todo México y protestaban contra su gobierno por no haber podido hacerlo.
Este último ajuste de fronteras trajo aparejado más conflicto. Los comisionados encargados de resolver los problemas limítrofes de ambas naciones no se pudieron poner de acuerdo en un punto de partida exacto desde el cual comenzar el trazado de sus mapas. Finalmente, los funcionarios resolvieron este problema a través de la negociación y el compromiso. Sin embargo, las reivindicaciones territoriales de Texas no se resolvieron tan fácilmente. Con la oposición de los abolicionistas y sorprendidos por la creación de un gobierno territorial en Santa Fe (Nuevo México) por parte de las fuerzas de ocupación estadounidenses, los políticos de Texas amenazaron con recurrir a la guerra para recuperar los "condados rebeldes" que éste había organizado, al menos en los papeles, en el este de Nuevo México. La retórica del presidente Zachary Taylor y el gobernador Peter H. Bell aumentó de intensidad, pero ambas partes jamás llegaron a las manos. En cambio, los políticos resolvieron el problema pacíficamente como parte del Compromiso de 1850.
Tres años más tarde, la Adquisición de Gadsden resolvió la mayoría de los problemas restantes con respecto al conflictivo límite entre Estados Unidos y México. La necesidad de una ruta ferroviaria transcontinental en el sur y la incapacidad de Estados Unidos de controlar las correrías de los apaches en territorio mexicano llevaron a una modificación del Tratado de Guadalupe Hidalgo. Por el acuerdo al que se llegó, negociado por James Gadsden y Antonio López de Santa Anna, se vendió más territorio mexicano a Estados Unidos y se establecieron los límites que existen en la actualidad. Asombrosamente, los arreglos finales fueron por la menor cantidad de territorio solicitado por Estados Unidos al máximo precio autorizado de acuerdo con las instrucciones de Gadsden.