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Los Consecuencias

Las muchas verdades que constituyen el pasado: El legado de la guerra entre Estados Unidos y México

Una conversación con David J. Weber
Universidad Metodista del Sur

Como estadounidenses, al tratar de comprender esta guerra, la vemos inevitablemente a través de los ojos de esas fuentes que nos son más inteligibles: a través de las fuentes de la lengua inglesa, a través de los diarios y las cartas de soldados que lucharon en esa época y a través de nuestros propios recuentos periodísticos. Históricamente, hemos tenido una visión unilateral de esta guerra, en buena medida porque la hemos visto desde nuestro propio lado. Sin embargo, cada vez hemos podido ver más claramente como historiadores y estadounidenses que hay varios puntos de vista diferentes acerca de un evento como éste. Nos hemos vuelto más sofisticados al leer en español y hablar con historiadores de habla hispana en México. Al leer sus textos originales, comenzamos a ver que la guerra es mucho más multidimensional. No sólo fue una guerra de México contra Estados Unidos, sino que en el mismo Estados Unidos había una división de opiniones, una minoría que se oponía a la guerra. En México, hubo igualmente una profunda división de opiniones. Es sólo cuando vemos estos diferentes puntos de vista, cuando escuchamos todas estas voces, que podemos en realidad comprender la complejidad de este evento.

Cuando estudiamos historia en la escuela, esperamos encontrar la verdad de la historia. Nuestros maestros nos lo exigen. Teníamos exámenes en donde hay una respuesta correcta: verdadero o falso.

Fotografía de libros y de papeles en un escritorio Quienes estudiamos la historia como profesión sabemos muy bien que son muchas las verdades. Hay varios puntos de vista válidos acerca de un evento histórico. No todos ellos pueden ser correctos, pero pueden ser válidos. Una persona que sólo ve una pequeña parte de un evento puede comprenderlo de la manera equivocada porque no tiene acceso a todo el cuadro; alguien más puede tener una imagen más completa. Sin embargo, la persona que ve el evento desde un punto de ventaja, lo presenció y lo que vio es real. Así que creo que es mejor pensar que son muchas las verdades que constituyen el pasado, más que una sola verdad.

Esta guerra entre Estados Unidos y México, de la cual los estadounidenses saben y por la cual se interesan muy poco, tuvo un profundo impacto en la forma que adquirió el futuro de Estados Unidos: en nuestra riqueza con el descubrimiento del oro en California y en la imagen que tenemos de nosotros mismos como un imperio expansionista y transcontinental, que luego se convirtió en jugador principal del escenario mundial. La guerra ciertamente dio forma al área en la que muchos de nosotros vivimos hoy, desde Texas hasta California. Si no hubiera sido por la guerra seríamos turistas en esas regiones.

Para los mexicanos, lo opuesto es sin duda el caso. México perdió el rico potencial de California y sus fabulosas minas de oro, perdió el potencial agrícola y los recursos del agua que esta región pudo haber ofrecido a lo que hoy es el norte de México. En lugar de un enorme orgullo de convertirse en un país expansionista como en el que se convirtió Estados Unidos, México desarrolló un enorme complejo de inferioridad como resultado de esa guerra, preguntándose en qué falló como nación. ¿Cómo pudo perder la mitad de su territorio nacional? La guerra se convirtió en una cicatriz de la psique nacional que aún sigue en este siglo y está en marcado contraste con nuestra propia pérdida de memoria, en lo que se refiere a este victorioso momento para los estadounidenses.

Creo que una de las razones por las cuales los estadounidenses se han olvidado de esta guerra contra México es que buena parte de la guerra se luchó en suelo mexicano o se luchó en un rincón de Estados Unidos que ahora es el suroeste del país. Nuestra historia nacional siempre parece desplegarse en las 13 colonias al este del Misisipí. El oeste siempre se ha considerado como historia regional. Así que esta guerra parece ser regional, aunque sus consecuencias se manifiestan nacionalmente. Si fuéramos a escribir la historia de Estados Unidos como la verdadera historia de todo el país, entonces las batallas que tuvieron lugar en esta región, los pueblos de esta región y sus historias, necesitarían incorporarse más ampliamente a la historia estadounidense.

También creo que, en parte, la guerra de Estados Unidos contra México fue borrada de la memoria nacional de Estados Unidos por la Guerra Civil que le siguió después. La "gran victoria" comenzó a desmoronarse en el conflicto separatista donde estadounidenses mataban a estadounidenses, que se convirtió en la gran historia si uno quería pensar en conflictos de mediados del siglo. Fue entonces que se olvidó la guerra entre Estados Unidos y México. Uno se pregunta si los estadounidenses no olvidamos convenientemente la victoria de una guerra que fue, después de todo, una guerra de agresión para tomar un territorio porque no es uno de los momentos más honorables de la historia estadounidense.

Entre los historiadores que han intentado evaluar la guerra en función de la culpabilidad de cada lado, hay una opinión tradicional expresada a comienzos del siglo por Justin Smith. Este fue un momento victorioso y maravilloso para los estadounidenses. Pienso que hoy son muy pocos los historiadores que asumen esa posición. Muchos historiadores que conozco -- creo que no sé de una sola excepción -- ven la guerra como una guerra de agresión nacional de parte de Estados Unidos sencillamente para obtener territorio. No es que hayamos querido luchar una guerra para obtener territorio, pero sí tenemos la impresión que Polk forzó a México, presionó a México, hasta el punto en que pensó que cedería y que obtendríamos lo que queríamos. Cuando México no cedió, finalmente tomamos lo que queríamos por medio de la guerra.

Cuando la guerra terminó, había cerca de 75,000 mexicanos viviendo en el territorio conquistado de California a Texas. No tuvieron otra opción que la de volver a México o quedarse en Estados Unidos. Si decidían quedarse, automáticamente se convertirían en ciudadanos de Estados Unidos después de un año. Muchos de ellos descubrieron que se convirtieron en ciudadanos de segunda clase, que las leyes estadounidenses no se extendían igualitariamente hasta ellos. La justicia se postergaba y por lo tanto se les negaba. Muchos perdieron sus derechos de ser propietarios de tierra por razones bastante complicadas. Sin embargo, al final, claramente, los mexicanos de California a Nuevo México perdieron sus propiedades y comenzaron a sentir, como lo expresaron algunos, que se habían convertido en extranjeros en su propia tierra.

Muchos de nosotros que contemplamos el pasado quisiéramos tener respuestas claras y sin ambigüedades sobre el pasado. Sin embargo, las respuestas no siempre son así. El pasado, por supuesto, existe. No estoy negando que hay un pasado objetivo allí, pero todo lo que queda está en nuestra memoria o en nuestras fuentes y en la habilidad de nuestras mentes de utilizar dichas fuentes. Como resultado, comprendemos el pasado sólo de maneras imperfectas. Con frecuencia, esas maneras nos dicen tanto de nosotros mismos y de nuestras reconstrucciones del pasado, como del pasado mismo. A mí me parece inevitable que contaremos la historia de la guerra entre Estados Unidos y México a futuras generaciones y que la contaremos de modo diferente conforme cambian los intereses de cada generación cuando usemos selectivamente nuestras memorias para obtener las respuestas del pasado que con frecuencia deseamos recibir.