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Final de la guerra

El Tratado de Guadalupe Hidalgo

Tratado de Guadalupe Hidalgo stack

Por Richard Griswold del Castillo

El Tratado de Guadalupe Hidalgo puso fin a la guerra entre Estados Unidos y México. Fue firmado el 2 de febrero de 1848 y constituye el tratado más antiguo que todavía está en vigencia entre Estados Unidos y México. Como resultado del tratado, Estados Unidos adquirió más de un millón doscientos mil kilómetros cuadrados de valioso territorio y surgió como potencia mundial a fines del siglo xix.

Más allá de las ganancias y las pérdidas territoriales, el tratado reviste importancia en la conformación de la historia nacional e internacional de México y Estados Unidos. Durante la guerra entre Estados Unidos y México, los dirigentes estadounidenses adoptaron una actitud de superioridad moral en sus negociaciones del tratado. Vieron la incorporación forzosa de casi la mitad del territorio nacional de México como un acontecimiento predefinido por la providencia, que cumplía el destino manifiesto de difundir los beneficios de la democracia estadounidense a los pueblos inferiores del continente. En virtud de su victoria militar, Estados Unidos prácticamente dictó los términos del acuerdo. El tratado estableció un patrón de inequidad política y militar entre los dos países y, desde entonces, esta relación asimétrica ha acechado las relaciones entre Estados Unidos y México.

El borrador del tratado fue llevado a México por Nicholas P. Trist, el comisionado de paz estadounidense, en el verano de 1847. Básicamente, exigía la cesión de Alta y Baja California y Nuevo México, el derecho de paso por el istmo de Tehuantepec y el río Bravo como frontera sur de Texas. A cambio, Estados Unidos pagaría hasta $20 millones a México y se haría cargo de hasta $3 millones de dólares por concepto de reclamos de ciudadanos estadounidenses en contra de México. En las siguientes negociaciones se abandonó la demanda de Baja California y el derecho de paso.

Después de la campaña militar, que había acarreado la ocupación estadounidense de la mayoría de las principales ciudades de México, el gobierno mexicano acordó reunirse con Trist para discutir los términos de la paz. Sin embargo, justo antes de que comenzaran las negociaciones, Trist recibió instrucciones del presidente James K. Polk de volver a Washington D.C. No obstante, Trist decidió quedarse y reunirse con los representantes mexicanos pese a que no disponía del estatus oficial.

En enero de 1848, las negociaciones comenzaron en serio. El gobierno mexicano, dirigido por el presidente mexicano interino Manuel de la Peña y Peña, pronto llegó a un acuerdo en cuanto a los problemas limítrofes: el límite sur de Texas sería el río Bravo, la cesión de Alta California incluiría el puerto de San Diego y México renunciaría al territorio comprendido entre Texas y California y el límite quedaría por trazar. Los comisionados de paz mexicanos Luis G. Cuevas, Bernardo Couto y Miguel Atristain dedicaron bastante tiempo a redactar varios borradores de los Artículos VIII y IX, que trataban los problemas de los derechos de propiedad y la ciudadanía estadounidense para los ciudadanos mexicanos de las regiones recientemente cedidas. Los comisionados mexicanos lograron ampliar los textos de los dos artículos. Además introdujeron el Artículo XI, que daba a Estados Unidos la responsabilidad de controlar las incursiones hostiles de los indios que se originaran del lado estadounidense de la frontera. (El Artículo XI resultó ser un motivo de irritación entre las dos naciones y fue posteriormente anulado en el Tratado de Gadsden de 1854).

Por iniciativa propia, Trist ofreció una indemnización de $15 millones de dólares porque consideraba que eso serviría para la aceptación del tratado entre quienes sentían que Estados Unidos ya había pagado suficiente en "sangre y bienes".

Trist asking Mexico for peace

Después de llegar a un acuerdo en todos esos temas, Trist redactó un borrador del tratado en inglés y Cuevas lo tradujo al español, preservando los modismos y las ideas antes que el sentido literal. Finalmente, el 2 de febrero de 1848, los representantes mexicanos se reunieron con Trist en la Villa de Guadalupe Hidalgo, al otro lado de la capilla de la santa patrona de México. Firmaron el tratado y luego celebraron juntos una misa en la basílica.

La firma del tratado fue sólo el comienzo del proceso; todavía tenía que ser ratificado por los congresos de Estados Unidos y México. Nadie podía prever cómo recibiría la administración de Polk un tratado negociado por un agente no oficial, ni podían saber los giros y virajes de la escena política mexicana de los próximos meses. En ambos gobiernos, el estadounidense y el mexicano, hubo oposición al tratado. En Estados Unidos, los abolicionistas del norte se oponían a la anexión del territorio mexicano. En el Congreso mexicano, una minoría considerable estaba a favor de continuar la lucha. De todos modos, ambos países ratificaron el documento. La firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo marcó el fin de una guerra y el comienzo de un largo debate político en Estados Unidos acerca de la esclavitud en los territorios adquiridos, así como de la continuación del conflicto limítrofe con México.

El Tratado de Guadalupe Hidalgo reviste una importancia más amplia y desafiante para la historia de México que la que tiene para la historia de Estados Unidos. En parte, por la pérdida de territorio valioso, el tratado aseguraba que México seguiría siendo un país subdesarrollado hasta bien entrado el siglo xx. Los historiadores y los políticos mexicanos ven a este tratado como una amarga lección sobre la agresión estadounidense. Como resultado de la humillación de la guerra y la pérdida de más de la mitad del territorio nacional, los jóvenes mexicanos de la época se embarcaron en un movimiento reformista, encabezado por Benito Juárez, gobernador de Oaxaca, quien se había opuesto al tratado. En la década de 1850, los reformistas llegaron al poder en México con la promesa de fortalecer el sistema político del país para nunca más ser víctimas de la agresión de Estados Unidos. La reforma de Benito Juárez fue el inicio de un proceso de modernización política y económica que continúa hasta el presente en México.

El Tratado de Guadalupe Hidalgo ha tenido implicaciones no sólo para las relaciones entre los dos países sino también para el derecho internacional. Las interpretaciones de las estipulaciones del tratado han sido importantes en disputas sobre límites internacionales, derechos sobre aguas y minerales, y derechos civiles y de propiedad de los descendientes de los mexicanos en los territorios cedidos. Desde 1848, ha habido cientos de casos judiciales que citan el Tratado de Guadalupe Hidalgo como el sustento de reclamos de tierras, pero pocos querellantes mexicanos tuvieron éxito en conservar su tierra.

Desde 1848, los indios estadounidenses y los estadounidenses de origen mexicano han luchado por lograr la igualdad política y social en Estados Unidos y a menudo han citado el Tratado de Guadalupe Hidalgo como documento que prometía derechos civiles y de propiedad. Aunque el tratado prometía la ciudadanía estadounidense a los ex ciudadanos mexicanos, los indios estadounidenses de los territorios cedidos, que en realidad eran ciudadanos mexicanos, no recibieron la plena ciudadanía estadounidense hasta la década de 1930. Los ex ciudadanos mexicanos casi siempre fueron considerados extranjeros por los colonos estadounidenses que se habían mudado a los nuevos territorios. En la primera mitad del siglo después de la ratificación del Tratado de Guadalupe Hidalgo, cientos de entes legales estatales, territoriales y federales produjeron un complejo tapiz de opiniones en conflicto y decisiones que tenían que ver con el significado del tratado. Los derechos de propiedad aparentemente garantizados en los Artículos VIII y IX del tratado (y en el Protocolo de Querétaro) no eran lo que parecían. En los tribunales estadounidenses, los derechos de propiedad de los ex ciudadanos mexicanos de California, Nuevo México y Texas demostraron ser precarios. En una generación, los estadounidenses de origen mexicano se convirtieron en una minoría privada de derechos y golpeada por la pobreza.